El extraño regalo / Cuento


Por Francisco Trull
Julia era la menor de doce hermanos. Vivían  todos juntos en una  pequeña casa cerca de  un  bosque de arrayanes.
Habían  pasado tres días desde su  cumpleaños, por el  que  había  recibido,  como de costumbre,  algún  juguete usado ya  por  alguno de sus  once  hermanos  mayores, y  para  peor varones.
Autito  en  mano y  gesto triste, la pequeña niña  salió  a  caminar  por  el  bosque en busca  de algún animalito que quisiera jugar con ella. Luego  de correr durante toda la tarde a  las  pícaras  ardillas y a los aventureros pajaritos decidió volver a su casa.
Caminó un  largo  rato hasta  que sorpresivamente  encontró   el camino dividido en  dos. No lograba  recordar  por cual  había venido.
Así que ... de don Marín, de don pingüe, títere, títere te. Y tomó el de la derecha.

Comenzó a caminar  por el estrecho camino.  Poco a  poco se  fue dando cuenta  que el paisaje no  le resultaba muy conocido.
El  terreno se hacía más montañoso y rocoso. Pequeños arroyos cruzaban de lado a lado. Búhos con grandes ojos la miraban  caminar entre las ramas de los viejos sauces llorones,  los cuales crecían tan alto que oscurecían cada vez más el bosque.
Julia estaba completamente perdida.
Pero resistió  el miedo como pudo y continuó caminando hasta que se encontró con algo extraño frente a sus ojos. Algo que ella nunca antes había visto.
Era un pequeño castillo de techos altos con una  frágil torre en el medio, cercado por una débil reja de metal. De a pasitos se acercó y tocó la puerta, que se abrió automáticamente haciendo un ruido escalofriante.
En el interior  no  había  más que juguetes abandonados y en desuso. Detrás de ellos  una larga y flaca sombra. Era el señor Dodó, dueño del castillo.
Este extraño hombre había sido propietario de una gran fábrica de juguetes, que al tiempo fue destruida obligándolo a vivir en el bosque con sus ingeniosas invenciones, en soledad.
Al ver a la niña se sobresaltó del susto, hacía mucho tiempo que el Sr. Dodó no recibía  visitas. La niña dio un paso al frente y le explicó que se encontraba perdida.
“No te preocupes pequeña, yo te diré un atajo para llegar a tu casa en menos de un chasquido.”  Dijo el viejo hombre un poco más confiado.
Le entregó un mapa dibujado y con una sonrisa  le preguntó cuanto faltaba para su cumpleaños.
“ Fue hace tres días”.  respondió la niña.
“Entonces antes de que te vayas a casa te daré un obsequio como agradecimiento por  la imprevista visita y por tu reciente cumpleaños.” Afirmó Dodó con gesto seguro. Y fue en busca del regalo.
Al rato volvió con una gran caja envuelta en un hermoso papel plateado:
“Cuando la fábrica cerró me llevé conmigo mi más grande invención, el juguete más original y versátil  que alguna vez se haya fabricado.”
Y con esa frase se lo  entregó a Julia, que sorprendida le agradeció con un caluroso abrazo.
Así la niña con una sonrisa de lado a lado, con un pequeño atajo por recorrer y un gran regalo que abrir, se despidió de su nuevo amigo y se fue corriendo hasta su casa.
Al llegar saludó rápidamente a su familia,  se encerró en la pieza que compartía con seis de sus hermanos y no pudiendo aguantar mas la intriga abrió el paquete enérgicamente.
.....Y se encontró.... con una gran caja de cartón ... VACIA!!
Sorprendida la revisó por todos sus lados, pero nada había, no era más que una gran caja.
“¡¡Embustero!!” exclamó la pequeña, defraudada y enojada. Y escondió la caja debajo de su cama.
Desde su pieza se escuchaban las voces alegres de sus hermanos  jugando en la vereda con sus juguetes.
Al día siguiente  uno de sus hermanos le  propone al resto jugar a los disfraces. Los muchachos entusiasmados corrieron en busca  de sábanas para disfrazarse de fantasmas.
Al rato apareció  un robot caminando, ...  era Julia... ¡disfrazada! . Tenía la caja recubierta con papel plateado en la cabeza  a la cual le había hecho un pequeño agujero para mirar. Los hermanos la felicitaron por su original idea.
Durante la tarde la alegre Julia se la pasó arrojándose a las carcajadas por el barranco de la entrada de su casa, metida en su caja, a la cual le había agregado las rueditas del changuito de la mamá, mientras  sus hermanos lavaban las sábanas que habían usado.
Los días pasaron, así como también los cumpleaños y los nuevos juguetes. Pero la pequeña Julia continuaba dándole nuevas y originales formas a su caja de cartón. Desde un instrumento musical poniéndole unas tanzas de lado a lado en la parte hueca hasta un criadero de pollitos. Usándola de silla o mesa. Una simple lavadita y su caja estaba lista para un nuevo uso imaginativo.
Al tiempo la pequeña volvió al bosque para agradecerle al viejo Sr. Dodó por el increíble regalo, pero nunca logró encontrar el extraño camino ni su pequeño castillo de cartón.

FIN

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